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¿Qué es la contaminación digital?

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Cada vez que mandamos un correo electrónico, compartimos una foto, enviamos un WhatsApp, vemos un video en streaming o realizamos una búsqueda en Internet también estamos contaminando. Pero, ¿cómo se produce esta contaminación?

Aunque Internet es sinónimo de desmaterialización, no hay que olvidar que Internet se basa en una infraestructura física. De hecho, se trata de una red de cables, centros de datos y servidores que respaldan el funcionamiento de Internet. Por lo tanto, la energía que consumimos cuando utilizamos las nuevas tecnologías para comunicarnos, contamina.

Detrás de cada mail enviado hay una infraestructura que necesita electricidad para almacenar y transmitir esa información a través de los servidores.

La mayor parte de esta contaminación se debe a que nuestros emails están alojados en centros de datos, que encuentran permanentemente encendidos, utilizan instalaciones, que deben mantenerse adecuadamente refrigeradas y que en muchos casos deben estar “duplicadas” por seguridad.

Según algunos estudios, se estima que la polución digital genera el 2% de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2).

Pero, exactamente ¿cuánta energía consumimos cuando enviamos un e-mail?

Un estudio de la Agencia Francesa de Medio Ambiente concluyó que un solo e-mail de 1 MB emite de media 19 gramos de CO2, así que si se tiene en cuenta que el número de e-mails enviados cada día asciende 293.000 millones, según cifras del 2019, es fácil entender el impacto en el medio ambiente.

Explicado con un ejemplo. En un año, haciendo un envío diario de 20 emails, estamos emitiendo una cantidad de CO2 similar a la que genera un coche  que realiza un viaje de 1000 Km.

Es indiscutible que el uso de correo electrónico ha facilitado nuestro trabajo y nuestra vida diaria y que a pesar de estas cifras, no se trata de ser alarmistas, ni de dejar de enviar correos electrónicos y regresar al papel. Pero sí que debemos tener en cuenta que cerca del 80% de los correos que recibimos es spam o “correo no deseado” que no llegamos a abrir, pero que tampoco eliminamos. Todo este contenido está consumiendo energía y produciendo contaminación que podríamos evitar con un poco de organización.

Ordenar nuestra mesa de trabajo y conseguir una oficina sin papeles son medidas que tenemos interiorizadas. Sin embargo, no somos tan conscientes del coste ecológico que tiene no ordenar  nuestros correos electrónicos, no eliminar los e-mails y archivos duplicados o mantener en nuestra bandeja de entrada información que jamás utilizaremos.

Fuentes: